miércoles, 28 de octubre de 2009

La respuesta refractaria.

De alguna forma, a veces me considero un cronista extranjero a la hora de hacer juicios de valor sobre la idiosincrasia española. No en vano, técnicamente lo soy. Por otro lado el tiempo que llevo residiendo en España me lleva a denominarme como un cronista nacional, puesto que toda mi formación adulta la estoy desarrollando en este país. Esa disyuntiva entre mi yo niño extranjero y mi yo adulto español me hace pensar que en el fondo debo de intentar quedarme con lo positivo de cada una de mis naturalezas. Por ello me inclino a pensar que soy un "cronista invitado" que vive los sucesos del país que analiza pero que a su vez se ve libre de las ataduras ideologicas propias del español. No digo que por ello haga mejores análisis, pero si quizás puedo afirmar que éstos pueden estar enfocados desde un punto de vista más neutral. O por lo menos, a eso intento tender.

España lleva siglos siendo una amalgama de ciudadanos muy complejos de entender capaces de lo mejor y de lo peor. No por nada es un pueblo que fue capaz de unirse, en un principio, bajo una sola bandera para expulsar al invasor francés y luchar por el regreso de Fernando VII. Ejemplo que, por otra lado, es también muy español ( y en este caso hasta quizás muy argentino por derivación) Que vuelva nuestro tirano, que será lo que será, pero al menos es nuestro. Y no por nada, fue éste mismo pueblo, el que en el 36 se declaró a si mismo la guerra. España al fin y al cabo es muy pasional, y víctima de sus pasiones ni siquiera se para a decidir. Simplemente actúa.

El siglo XX español, si se caracteriza por algo, es por la larga dictadura que marco más de la mitad de su duración y que ocupó todo el corazón del mismo. El régimen nacional-católico de Franco amplió, si cabe, aún más la naturaleza chovinista de este país. Hizo suyos infinidad de símbolos comunes y los convirtió en los símbolos de la dictadura. Y no solo eso, sino que además los adaptó para bañarlos de gloria pretérita. La adopción de símbolos imperiales, la bandera y el águila, el yugo y las flechas, no fueron, como es evidente, un mero capricho del dictador, sino que fueron el pretendido reverdecer de los laureles de una España que había dejado de existir hace ya muchísimos años. Era la equiparación nostálgica del Régimen a los momentos de mayor prestigio del país. Era el intento deliberado de crear un ambiente de orgullo interno sustentado en los valores de la gloria pasada.

La historia franquista, por su parte, era muy dada a a creación de héroes, muy necesarios para sostener la teoría misma en la que se sustentaba el régimen. Si algo caracteriza a esta historiografía es el engrandecimiento de personajes que en algún momento habían hecho cosas por España. Es evidente que la carencia de verdadera gloria que subyacía en los fundamentos mismos del régimen, necesitaba un maquillaje histórico palpable por el ciudadano común. Franco no era otro que el sucesor del más glorioso de los austrias, Carlos I de España, no por abolengo sino por capacidad de llevar a España a lo mas alto. Mentiras, claro está, con una significación muy clara: la unidad del país bajo el manto de una historia gloriosa, llena de héroes del cristianismo y verdaderos españoles merecedores de todos los adjetivos zalameros que se nos pudiesen ocurrir. Si algo se le pudo admirar a Franco (no leamos más de lo que esta escrito en estas lineas) fue su capacidad para aglutinar sobre su figura todos esos mitos y símbolos nacionales y hacerlos suyos y posteriormente de la derecha.

Tras su muerte Franco fue capaz de trascender en los símbolos anteriormente citados y a pesar de toda la Transición y de toda la evolución democrática del país, en ellos se hizo fuerte y mantuvo su estela. Tanto es así que a día de hoy, muchísima simbologia propia de la nación española y muchísimos trozos de su historia se han convertido en tabú. El tamiz cultural de la España postfranquista a convertido todo lo que Franco pretendió convertir en los argumentos de su régimen en eso mismo, en los argumentos de su régimen, en el símbolo nostálgico de una época para olvidar. Y de esta forma el ciudadano de a pie a perdido el contacto directo con los mismos puesto que ha permitido que se contaminasen.

Como podemos observar el español de a pie del año 2009 opuesto a lo que significó el régimen se ha vuelto refractario a todo lo que éste utilizó como escudo de armas, y de esta forma ha renunciado a entender la naturaleza ajena al mismo que estos símbolos tienen. Es normal, si algo caracteriza a los símbolos es su capacidad de evocar ideas, pero no deja de ser curioso para un observador ajeno al significado visceral de los mismos, ver como un país se tiene miedo, asco o desprecio a si mismo.

Por eso mismo no temo afirmar que el humano es refractario y pendular y que en evitar esta naturaleza refleja está el germen de los verdaderos cronistas de la historia.

3 comentarios:

  1. Los españoles somos unos quejicas. Bajo mi punto de vista, todos nos quejamos de lo mal que estan las cosas, pero nadie hace nada por remediarlo. A mi me rebienta que compañeros mios de clase echen pestes de lo mal que explican los profesores (esto lo he hecho hasta yo) y luego no tengamos narices de hablar con el decano para que se hagan las cosas segun normativas. Cuando viene una mala ley, con la que no se esta de acuerdo, nos quejamos, y aguantamos.

    y esto viene de largo, desde el siglo de oro, el caracter español es aguantar estoicamente toda la mierda que le venga de arriba, eso si, quejandose continuamente xD

    Igual esto no viene ni a cuenta, peeero tenia que decirlo.

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  2. La bandera, ay, la bandera. A mí me da pena que la tendencia sea huir de los símbolos, en lugar de dejarlos ahí, delante de nosotros, para recordarnos la lección.

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  3. De acuerdo contigo, no sé si todos los humanos pero si los humanos de ésta crónica.
    De todas maneras creo que es importante tener encuenta que los españoles, aparte de apasionados hemos sido analfabetos y enemigos del cambio a lo largo de nuestra historia. Sin irse muy lejos, lercordemos el motín de Esquilache y en adelante todas las escaramuzas de las repúblicas hasta hoy (por no remontarnos más aun). Y es que aquí somos de la cofradía de virgencita que me quede como estoy y después de arrancarnos los ojos recordamos a nuestros poetas.
    Buen post, si señor!

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