miércoles, 11 de agosto de 2010

Uno que respira tranquilo

La señora Margaret Chan hoy nos informa que hemos pasado la "Fase 6 de la pandemia de la Gripe A" y enarbola una defensa institucional frente a la otra pandemia que se desató, la de Tamiflú. Así es como la OMS, una institución al parecer muy imparcial, da carpetazo a lo más parecido al caso Roswell que ha habido en cuando a enfermedades en este siglo; porque recordemos que esta fue la pandemia de no tocarnos, la del alcohol en gel en la universidades y la de las toneladas de Tamiflú vendidos a todos los países. Y es que esa miasma pútrida mundial que iba a mermar la población a niveles del siglo XII acabó cobrándose 18.000 victimas, que comparados con los 50 millones (y algunas fuentes incluso llegan a 100) de la famosa pandemia de Gripe Española de 1918, parecen bastante ridículos.
Lo cierto es, que varias empresas farmacéuticas si que han sacado cifras millonarias, pero en sus talonarios, de esta gripe y que durante un par de meses de invierno, consiguieron que muchos de nosotros (entiéndase nosotros como la especie humana) no saliéramos de casa y tuviéramos miedo, porque encima esta terrible enfermedad afectaba más a los jóvenes.
Sobrevivir a dos pandemias habiendo nacido a finales del siglo XX no es un mal bagaje para mi libro de memorias de superviviente.
Pandemónium.

martes, 3 de agosto de 2010

Las lecciones del fracaso.

Este no va a ser una publicación de autoayuda. Si os apetece que os engañen leed a Pablo Coelho, no a mi.

fracaso.
(De fracasar).
1. m. Malogro, resultado adverso de una empresa o negocio.
2. m. Suceso lastimoso, inopinado y funesto.
3. m. Caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento.
4. m. Med. Disfunción brusca de un órgano.

"Fracaso" es para la RAE, una de esas palabras funestas, negativas que nombran la derrota y que se convierten en horizonte desolador. Es fracaso, como para la RAE, un estado de animo muy cercano al miedo en el inconsciente colectivo y representa todo aquello a lo que no queremos aspirar. Es por tanto una palabra, un símbolo, un concepto absolutamente denostado.
Como en todas la relaciones bilaterales y opuestas, el binomio éxito-fracaso es simbiotico el uno del otro y la existencia de ambos depende de su opuesto, es decir, que la naturaleza del éxito, muchas veces reside en escapar del fracaso. Así pues nos encontramos con un concepto peliagudo y connatural a nuestra naturaleza que en muchas ocasiones arrastra un valor peyorativo excesivo.
Es curioso, que a pesar de ser un concepto reglado en definición, fracaso, sea, no obstante, un concepto complejo de atinar. Me explico. Los limites del fracaso están medidos, en primer lugar por el individuo que considere que ha fracasado y en segundo lugar por la sociedad que considera que ese individuo en sus acciones está fracasando. Es por ello que reglar la existencia o no de un fracaso supone un ejercicio muy complejo, que responde a cánones sociales, a sueños personales y muchas veces a utopías conjuntas (sociales y personales se entiende)En general se considerará fracaso a todo aquel proyecto personal, sentimental, social o, particularmente, económico, que termine sin alcanzar las metas planteadas inicialmente como futurible perfecto. Y en estos términos debemos referirnos no solo a las metas personales, sino a las metas que los demás esperan que quien comienza el proyecto cumpla, porque es muy curioso observar como normalmente es el entorno quien fija las reglas del éxito.
Esta visión tan profundamente enraizada en nuestro sistema cultural y que, probablemente, tiene un origen en el Utilitarismo, determina, en gran medida, el estado de ánimo de todas las personas. Todos nos vemos abocados a una carrera desenfrenada en busca de un éxito lejano y perfecto, inalcanzable para muchos, y en el momento en que no conseguimos aquella meta, fracasamos, y por tanto se produce un "suceso lastimoso, inopinado y funesto". Pues bien, creo que esta búsqueda absurda, impuesta desde afuera, lo único que está consiguiendo es que la sociedad avance por un camino que se rige por un sistema de premios en el que unos ganan y otros pierden; y, claro está, mediante una visión tan absolutamente bipolar y maniquea se está perdiendo la capacidad de reflexionar sobre el aprendizaje, la experiencia y el valor de las cosas que nos conducen al fracaso, o que en términos similares, no nos conducen al éxito. Y es tan profunda la creencia sobre este particular, que ha adoptado barniz moral: el éxito es lo bueno, el fracaso es lo malo. Maligna extrapolación del sinsentido moral cristiano (véase cristiano en términos culturales y no religiosos: no quiero meapilas indignados). Así pues, y terminando con la reflexión, si el fracaso es "malo" nada de lo el derive puede ser reseñable o destacable, por lo que acaba produciéndose un pánico paranoide a fracasar, ya que esto no nos va a reportar nada, inculcado por nuestros congéneres desde nuestra infancia.
Frente a la moral del éxito deberíamos plantearnos seriamente devolverle al fracaso parte de su mérito y liberarlo de la asociación a lo "malo" impuesta por años de expansión de mentalidad Protestante en nuestra sociedad. De esta forma romperíamos las barreras de ceros y unos de este entramado moral y nos permitiría rescatar todo lo aprendido durante el trayecto hacia el fracaso. El fracaso nunca debería ser un malogro, sino un estado de aprendizaje; no acabar el viaje donde la sociedad nos hace creer que debemos acabar, no significa que no hayamos avanzado. Y menos en estos tiempos donde el éxito se mide en billetes.