domingo, 11 de octubre de 2009

Reflexiones sobre 1492

La historia de los grandes acontecimientos obra su magnitud perpetuándose en el tiempo. No es, por tanto, mera coincidencia que una fecha, trascendental para el auge del reino de Castilla, siga persiguiéndonos y creando polémica incluso a día de hoy. 12 de octubre de 1492.

El descubrimiento de América y su posterior colonización del espacio descubierto se caracterizan por estar rodeados de un halo de polémica, que sorprende por su actualidad, sobre todo si nos ceñimos a que sucedieron hace más de cinco siglos. ¿Qué tiene este hecho puntual de la historia para que aún hoy se siga discutiendo su significado? Pues bien, en este breve artículo, pretendo, no dar una lección de historia, sino plasmar una opinión, otra más en un mar inabarcable sobre este tema, sobre los hechos que sucedieron aquel doce de octubre y en los años posteriores.

Me gustaría, no obstante, y saltándome brevemente la premisa inicial, definir el contexto social en el que se fraguó este descubrimiento, puesto que en ello radica fundamentalmente, y a mi modo de ver, la correcta observación de los hechos. La Europa del siglo XV acababa de salir de dos grandes guerras: la llamada Reconquista de la Península Ibérica y la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia. Dos guerras cruentas, que nos marcan de forma clara dos de las grandes motivaciones para la violencia del hombre europeo del siglo XV: La religión, representada por la Reconquista, y el control de la tierra, representada por ambas. De esta forma no sería erróneo definir que la sociedad europea de este tiempo se encontraba en plena expansión, y que ésta, se lograba a costa de los enemigos.

La monarquía castellano-aragonesa, representada por las figuras de los mitificados Reyes Católicos lograba reunificar el territorio ibérico, a excepción de Portugal, bajo una misma monarquía y vivía en un contexto de euforia religiosa; no por nada la toma de Granada representó para el mundo cristiano la revancha por la caída de Constantinopla a manos del Imperio Otomano. Esta victoria, por tanto, representó para la monarquía castellano-aragonesa una doble victoria, puesto que unificó la Península bajo una sola bandera religiosa y además la convirtió, a ojos del Vaticano, en prácticamente el puntal de la defensa de la fe cristiana.

Así pues, cuando Colón puso pie en La Española aquel 12 de octubre de 1492, fue, para la nobleza guerrera que participó en la Reconquista, como si Dios pusiera en sus manos una expansión inmediata para continuar una guerra santa que parecía que había acabado. Para los que posteriormente fueron llamados conquistadores, la conquista del territorio americano no supuso más que continuar con todo lo que habían vivido hasta ese momento. No era más que un apéndice de las anteriormente nombradas guerras territoriales y religiosas que se llevaban luchando desde hace siglos.

La magnitud de la empresa imperial española en el continente americano es fácilmente comparable a la expansión del Imperio Egipcio, del Imperio Persa, de la Grecia alejandrina o del germen de todas sociedades europeas, el Imperio Romano. Como todos los imperios anteriormente citados, el proceso expansivo supuso un proceso de aculturación regional que derivó en la práctica homogeneización de la población. Esta dinámica expansionista, tan antigua como las sociedades complejas de las que somos parte, ha acompañado a todos los imperios citados en sus fases de mayor auge y en todos los ejemplos dados supuso la pérdida de muchas culturas autóctonas de las regiones conquistadas. Entonces yo me pregunto ¿Por qué en el caso americano se cae con tanta facilidad en la falacia del genocidio, y en todos los anteriores ejemplos no parece generar ninguna reacción?

Esta pregunta, es probablemente el meollo de la polémica ligada a esta fecha y actualmente un arma arrojadiza para sustentar movimientos políticos en Latinoamérica de dudable calaña moral muy afín a la versión “anacronista” de la historia. Es un error común en la sociedad moderna, muy sensibilizada con las causas humanitarias (por suerte, eso significa que evolucionamos) realizar juicios de valor basados en idiosincrasias actuales a épocas donde el pensamiento que los sustenta ni siquiera existía. Hablar del proceso americano con la dialéctica del siglo XXI es incurrir en la falacia más absoluta puesto que acusamos a sus protagonistas de crímenes que en su época ni siquiera se tipificaban como tal.

Suele defenderse por un grupo de “anacronistas”, que no cronistas, de la historia americana la tesis sobre el genocidio indígena en el proceso colonizador europeo. Esta visión de la historia nos muestra al indígena como la víctima inocente de la pérfida expansión europea. Valiente acusación teniendo en cuenta que a Tenochtitlán los mantenían poblaciones indígenas esclavizadas por el “inocente” Imperio Azteca. Y sí, digo bien, Imperio, puesto que su política militarista y expansionista también implicó un proceso de aculturación de los pueblos bajo su yugo. ¿Es que hay imperios más dignos que otros?

Por otro lado la mera interpretación de esta historia como un genocidio, recae, una vez más en la falacia. Un genocidio es la eliminación sistemática de un gran número de personas con el objeto de destruir total o parcialmente una nación, una etnia, una raza… Así lo define la ONU.

La población indígena vio su demografía mermada a niveles catastróficos tras la llegada de los europeos. Esto es un hecho. Pero también lo es que la mayoría se vio devastada por las enfermedades que portaban los europeos y para las cuales los indígenas no habían generado anticuerpos. Si definimos a los colonizadores como genocidas tenemos que aceptar que éstos eran unos genios del terrorismo bacteriológico, unos adelantados a su tiempo. Aprende Ben Laden! Otra gran parte de la población fue víctima de la guerra. Los europeos llegaban a territorio nuevo con afán de conquistar y de obtener riquezas, por lo que la presencia de nativos se tradujo muchas veces en guerra. Más allá de mi convicción actual de que la guerra es un mal pernicioso de la humanidad, debemos tener en cuenta que la guerra era, tanto para europeos como para nativos, parte de su naturaleza. ¿Qué diferencia hay entre las guerras entre ingleses y franceses en Calais, a las guerras entre españoles e incas en Cuzco?

¿Genocidio? Me parece que no. El europeo buscaba riquezas, necesitaba mano de obra, ¿qué lo iba a llevar a eliminar su mano de obra más barata? ¿Conquista? Evidentemente sí, una civilización vence a otra y ocupa su lugar en el espacio, como hicieron tantos otros en el pasado.

Personalmente pienso que la conclusión a la que debemos llegar es que hubo cosas en este proceso que a ojos actuales se hicieron mal y que, como la experiencia es un grado y debemos tender a evolucionar como sociedad nos debe servir como ejemplo, para no volver a repetirlo en un futuro próximo, pero que no debemos engañarnos y caer en la tentación de juzgar anacrónicamente. La lección subyace, pues, en que debemos evitar repetir… ¿Cómo dice? ¿Qué en Afganistán, en época actual, un país invadió a otro, borró sus tradiciones del mapa y le intentó imponer sus costumbres por la fuerza para así conseguir beneficios económicos de su tierra? Ah mire usted, entonces ya sabe en qué gastar sus energías a la hora de criticar, que esta gente tiene acceso a los mismos libros de historia que usted.

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