miércoles, 30 de diciembre de 2009

El juego de la silla.

¿Quién no recuerda este juego? Sillas dispuestas en círculo y siempre una menos de los que jugamos. Quien tras acabarse la canción se queda sin silla se sale del juego. Y sin silla y sin juego nos hemos quedado muchas personas cuando progresivamente hemos visto que en realidad ninguna de las sillas nos venía bien. Me resulta muy complejo vivir ajeno a lo que me rodea; sería un acto de absoluta soberbia decir que estoy atento a todo lo que pasa y que entiendo todo lo que sucede, pero en cierta forma intento que el mundo en el que vivo sea una parte orgánica de mi mismo. Oh piadoso egocentrismo!
Vivir en el mundo actual me sumerge en miles de paradojas y contradicciones que en muchas ocasiones soy incapaz de canalizar. Si escribo aquí es en parte para hacer mi propia katarsis, por masturbar el ego o por simplemente plasmar lo que pienso. Decía que este mundo es complicado de vivir porque se da la casualidad de que nos movemos en un terreno de tramposa comodidad patrocinada; nadie de los que me lea va a ser capaz de decirme que las ventajas que se le ofrecen no le resultan maravillosas. Incluso, las injusticias locales que se nos presentan son casi anecdoticas si las enfrentamos a cualquier problemática de tiempos pretéritos. Y aquí esta el problema, y es que nunca se vivió mejor que como se vive ahora. Evidentemente esta afirmación puede chirriar a más de uno, además de que se me puede acusar de primermundista, pero en realidad me cuesta mucho trabajo reunir la dignidad para sentarme delante de mi portátil mientras me tomo un café a reflexionar sobre las matanzas de Oriente Próximo, África o Asia. Para bien o para mal, me tocó vivir de este lado de la linea y eso no significa que no vea que mi comodidad se construyó con el sufrimiento de una persona que no conozco; es más, es la propia comodidad de mi vida la que me permite sentarme reflexionar sobre todo ello, porque esta claro que no podría hacerlo si mi vida transcurriera entre balas y bombas. Y es que aquí es donde se muestra clara la paradoja a la que hacia alusión en un principio, en ese sabor agridulce de la vida crítica, esa contradicción casi continua que es vivirla.
Y se perfectamente que somos muchos los que tenemos este pensamiento, aunque sea fugaz, en muchos momentos de nuestra vida, porque somos muchos quienes deseamos el bien común pero no encontramos ninguna institución que canalice un pensamiento que a muchos suena peligroso: Hay cosas del sistema que nos gustan, la conciencia de la libertad, el talento como arma de prosperidad o la propia comodidad tecnológica que nos rodea; lo que tenemos que encontrar es la forma de que estos conceptos dejen de prostituirse con el capitalismo neoliberal y pasen a servir a las personas.
Y perdí mi silla porque no puedo comulgar con la derecha que apoya al poderoso, no puedo comulgar con la izquierda que defiende idearios que se me hacen anticuados por no sabe adaptarse a la derrota del comunismo y no comulgo con los extremos porque se legitiman en la violencia. Y es así que sigo de pie, para poder seguir caminando y de esta forma encontrar un lugar donde realmente quiera sentarme. Sigo escuchando las bombas y los llantos a mi alrededor, pero realmente no se como acallarlos, de la misma forma que no se vivir sin las comodidades de mi tiempo.
Seguiré caminando...

7 comentarios:

  1. Eso es lo malo de tener conciencia del mundo entero, y no sólo de nuestra pequeña realidad. Ese es el problema de que no exista una "pequeña realidad", sino una realidad global, infinita, que nos abarca a todos. Nos empeñamos en estar de acuerdo con gente y de discutir los argumentos del que piensa distinto, nos creemos con la necesidad de arreglar las enfermedades de la sociedad, de la nuestra y de las que no nos pertenecen. Nos gusta tanto solucionar la vida de los demás que al final nos damos cuenta de que la nuestra es un desastre.
    Sí, hay que tener los ojos abiertos, no hay que olvidar las barbaridades que ocurren día a día, pero hay que ser realista. No intentemos erradicar el hambre y las guerras desde nuestra casa votando a un partido, donando a una ONG o rezándole a Alá. Asumámoslo, por muy buenas personas que seamos no vamos a convencer al señor de la escopeta que no dispare, no le vamos a abrir los ojos a estas alturas. Aprovechemos nuestra engañosa comodidad, porque nos da el poder de construir un entorno.
    Aprendamos a ser mejores personas y apliquémoslo a nuestro alrededor. El mundo no se va a arreglar solo mientras todos lloramos las penas de nuestras sociedades... hay que empezar por algo...

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  2. El Solipsismo es la solución. Como siempre.

    Ahora en serio. Los ciudadanos y residentes del primer mundo no tenemos otra alternativa para cambiar las cosas por el momento. Las ONGs, las plataformas, las misiones... son "pan para hoy y hambre mañana". Es "bonito", pero en el fondo son formas condescendientes procedentes de ese mismo sentimiento de superioridad surgido durante las colonizaciones. Deberíamos haber superado ya eso de "hay que ayudar a los negritos" hace algún tiempo... otra barrera que superar.

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  3. Las sillas están todas podridas. Y pudren a todo el que se sienta en ellas.

    Lo siento, hoy no tengo ningún comentario constructivo. Reitero mi repulsión a nuestro sistema político-económico.

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  4. Entre el solipsismo y la repulsión generalizada hacia el sistema vamos a terminar creando las ciudades-estado del yo.
    Acabaremos buscando un Juego de la Pelota donde reunirnos...
    :)

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  5. El Solipsismo es más cómodo. Reconócelo.

    Además, no se me dan bien los deportes. Pero podemos quedar en una tienda de cómics.

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  6. No solo es cómodo, es que perdido en el ipsum es imposible que nadie te decepcione, por lo que además es mucho más seguro.
    Ahora bien, poco funcional lo veo a menos que vivamos en células independientes al estilo hotel japones.

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  7. Es unas de las mejores entradas que has escrito. Te felicito.

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