martes, 3 de agosto de 2010

Las lecciones del fracaso.

Este no va a ser una publicación de autoayuda. Si os apetece que os engañen leed a Pablo Coelho, no a mi.

fracaso.
(De fracasar).
1. m. Malogro, resultado adverso de una empresa o negocio.
2. m. Suceso lastimoso, inopinado y funesto.
3. m. Caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento.
4. m. Med. Disfunción brusca de un órgano.

"Fracaso" es para la RAE, una de esas palabras funestas, negativas que nombran la derrota y que se convierten en horizonte desolador. Es fracaso, como para la RAE, un estado de animo muy cercano al miedo en el inconsciente colectivo y representa todo aquello a lo que no queremos aspirar. Es por tanto una palabra, un símbolo, un concepto absolutamente denostado.
Como en todas la relaciones bilaterales y opuestas, el binomio éxito-fracaso es simbiotico el uno del otro y la existencia de ambos depende de su opuesto, es decir, que la naturaleza del éxito, muchas veces reside en escapar del fracaso. Así pues nos encontramos con un concepto peliagudo y connatural a nuestra naturaleza que en muchas ocasiones arrastra un valor peyorativo excesivo.
Es curioso, que a pesar de ser un concepto reglado en definición, fracaso, sea, no obstante, un concepto complejo de atinar. Me explico. Los limites del fracaso están medidos, en primer lugar por el individuo que considere que ha fracasado y en segundo lugar por la sociedad que considera que ese individuo en sus acciones está fracasando. Es por ello que reglar la existencia o no de un fracaso supone un ejercicio muy complejo, que responde a cánones sociales, a sueños personales y muchas veces a utopías conjuntas (sociales y personales se entiende)En general se considerará fracaso a todo aquel proyecto personal, sentimental, social o, particularmente, económico, que termine sin alcanzar las metas planteadas inicialmente como futurible perfecto. Y en estos términos debemos referirnos no solo a las metas personales, sino a las metas que los demás esperan que quien comienza el proyecto cumpla, porque es muy curioso observar como normalmente es el entorno quien fija las reglas del éxito.
Esta visión tan profundamente enraizada en nuestro sistema cultural y que, probablemente, tiene un origen en el Utilitarismo, determina, en gran medida, el estado de ánimo de todas las personas. Todos nos vemos abocados a una carrera desenfrenada en busca de un éxito lejano y perfecto, inalcanzable para muchos, y en el momento en que no conseguimos aquella meta, fracasamos, y por tanto se produce un "suceso lastimoso, inopinado y funesto". Pues bien, creo que esta búsqueda absurda, impuesta desde afuera, lo único que está consiguiendo es que la sociedad avance por un camino que se rige por un sistema de premios en el que unos ganan y otros pierden; y, claro está, mediante una visión tan absolutamente bipolar y maniquea se está perdiendo la capacidad de reflexionar sobre el aprendizaje, la experiencia y el valor de las cosas que nos conducen al fracaso, o que en términos similares, no nos conducen al éxito. Y es tan profunda la creencia sobre este particular, que ha adoptado barniz moral: el éxito es lo bueno, el fracaso es lo malo. Maligna extrapolación del sinsentido moral cristiano (véase cristiano en términos culturales y no religiosos: no quiero meapilas indignados). Así pues, y terminando con la reflexión, si el fracaso es "malo" nada de lo el derive puede ser reseñable o destacable, por lo que acaba produciéndose un pánico paranoide a fracasar, ya que esto no nos va a reportar nada, inculcado por nuestros congéneres desde nuestra infancia.
Frente a la moral del éxito deberíamos plantearnos seriamente devolverle al fracaso parte de su mérito y liberarlo de la asociación a lo "malo" impuesta por años de expansión de mentalidad Protestante en nuestra sociedad. De esta forma romperíamos las barreras de ceros y unos de este entramado moral y nos permitiría rescatar todo lo aprendido durante el trayecto hacia el fracaso. El fracaso nunca debería ser un malogro, sino un estado de aprendizaje; no acabar el viaje donde la sociedad nos hace creer que debemos acabar, no significa que no hayamos avanzado. Y menos en estos tiempos donde el éxito se mide en billetes.

5 comentarios:

  1. una cuestion... lo de que el exito se mide en billetes... es un sintoma? una causa o las dos cosas a la vez... es decir

    soy un empresario de exito.... ergo tengo billetes
    soy una petarda de la tele y tengo reconocimiento social por mis felaciones y patadas a la inteligencia... me dan dinero como parte del reconocimiento

    ahi lo dejo

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  2. Es parte de un todo ya que es una situación general de la sociedad, es decir, tanto de los que premian como de los premiados.

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  3. Pamplinas y circunloquios. Uno sabe muy bien cuándo ha fracasado, y es una sensación que no se va y que no tiene nada que ver con el mundo hoy día. El fracaso lleva existiendo tanto tiempo como la vida humana.

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  4. Claro que si, pero la necesidad de éxito parece haberse convertido en una condición de la libertad y la presión que se ejerce para conseguirlo es inhumano en muchas ocasiones. Además el haber fijado un baremo de éxito universal, lo único que hace es que todo el mundo crea que solo hay un camino y un modo de tenerlo.
    Reivindico el fracaso no como fin, sino como parte constituyente del aprendizaje y de la mejora de las personas frente a un baluarte exitista, monolítico y muchas veces irreal.

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  5. El fracaso es un concepto altamente infravalorado. De hecho, sostengo que es el estado natural del individuo. Por su propia naturaleza de ser la no consecución del éxito, es prácticamente imposible no fracasar, puesto que por cerca que nos quedemos del objetivo (social o personal), se fracasa si no se ha conseguido plenamente. Rara vez se alcanza el éxito absoluto e inapelable, y si se hace, suele ser de manera instantánea y efímera. Como un orgasmo.
    Yo me siento jodidamente cómodo en el fracaso. La humanidad se siente cómoda fracasando diariamente en mucha mayor medida que triunfando. El fracaso es lo que hace que todos los que no somos Polanski, Paco de Lucía o Messi podamos sentirnos más o menos normales, más o menos dignos.

    Coño Kami, siempre lo digo, pero a ver si me paso más por aquí.

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